"UNA FAMOSA SINFONÍA"
Un célebre director de orquesta subió una tarde al podio y golpeó tres veces la varita sobre el atril para comenzar una famosa sinfonía. Cuando se hizo completo silencio, con el mentón hacia adelante, miró severamente a los músicos uno por uno, luego, inspiró profundamente, alzó la varita y la bajó con decisión para comenzar la famosa sinfonía.
Los arcos de los violines de pronto se tensaron y lanzaron treinta notas tan agudas que se clavaron en el techo, haciendo caer trocitos de yeso sobre la cabeza de los integrantes de la orquesta. Los platillos fueron golpeados uno contra el otro y naturalmente, se rompieron en mil pedazos con gran estrépito. Los tímpanos empezaron a sentirse mal, mientras la tuba se quería comer el pabellón del corno. El que tocaba el contrabajo se quedó sin trabajo, pues el instrumento había huido espantado por tanta confusión. Al piano le castañeteaban los dientes y la flauta dulce quedó amargada. Un tipo llamó a los bomberos a grito de corneta, mientras al monocordio se le escapaba el mono. La celesta, tan delicada ella, primero se puso colorada de vergüenza, pero después, empalideció de miedo y quedó blanca. El que tocaba el triángulo estaba calculando los lados y los ángulos internos, mientras del saxófono cayó el fono sobre los pies del músico, que dio un alarido desentonadísimo durante veinte largos segundos.
En verdad, algunos instrumentos como los clarinetes, las flautas, el fagot y el oboe se habían puesto realmente a tocar la famosa sinfonía pero, por supuesto, en aquella barahúnda su música parecía un ruido como los demás. Entonces, el célebre director, con rabia, rompió su varita en pedacitos y se fue dando un portazo, con lo cual la confusión aumentó.
La varita se había roto en cinco trocitos: "va", "r", "i", "t", "a" y como naturalmente, era una varita mágica, rápidamente volvió a quedar entera. Pero mientras se componía chocó con una "qu" que giraba en el aire -y que se había desprendido de la quena_ a la vez que se alargaba la "v", con lo cual quedó convertida en una barquita, que se puso a navegar sobre las ondas sonoras pasando por debajo del puente del violonchelo. En la armónica soplaban malos vientos y se quebró la armonía familiar: Mónica tomó las de Villadiego. Entonces "ar" no tuvo más remedio que juntarse con lo que quedaba de la quena que, como recordarán, había perdido la "qu". Formaron así, la arena, donde fue a encallar la barquita.
Al movimiento, "Coral" de la sinfonía, de pura rabia, se le reforzó la "r", con lo que se transformó en corral, con abrevadero para las vacas y todo. Allí, para estar a tono, al órgano le brotó una "e", y así se hizo el campo orégano. Toda la orquesta se puso de pie, sacudiéndose las pajas y las plumas de gallina y se fue a recoger cerezas por allí.
(El joven que entraba en el palacio, Roberto Piumini)
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